No es habitual que una revista científica sobre biología dedique un artículo al comportamiento humano en su apartado de Biología Evolutiva.
Bajo el título “Por qué los
hombres cazan trofeos” la revista Biology Letters recoge un interesante artículo
científico. La publicación pone el foco en las razones que llevan a los humanos
a buscar y capturar determinados animales que consideran trofeos. Aunque habla principalmente
de trofeos de caza, el estudio puede aplicarse perfectamente a los peces buscados
por pescadores de todo el mundo.
La depredación es un proceso
natural que tiene dos caras íntimamente unidas: coste y beneficio. La humana es
una especie de superpredador con una tasa de depredación 10 veces superior a la
de los grandes carnívoros. A pesar de esta facilidad para capturar animales, existen
determinados individuos dentro de las poblaciones cuyo tamaño o atributos nos
resultan irresistibles por encima de los demás. En términos de depredación, el
beneficio obtenido por su caza o pesca no es suficiente para compensar el
esfuerzo que supone capturarlos. Además la mayoría no se destinan a la
alimentación o incluso se devuelven vivos a las aguas en el caso de la pesca
sin muerte. Es aquí donde cazar o pescar deja ser una forma de depredación y se
convierte en una cuestión de comportamiento que despierta el interés de los
biólogos.
¿Que nos lleva a buscar obsesivamente ese pez trofeo? ¿Tiene sentido capturar un pez trofeo para devolverlo luego al agua? ¿Es la especie humana una especie presumida? ¿Tanto nos han cambiado las redes sociales?
Los autores postulan que la caza
de trofeos está motivada por el coste que el cazador asume y lo bautizan como
“teoría de la señalización”. Según ellos, la Antropología Evolutiva explica que
la diferenciación de ese coste con respecto al coste de otras capturas es la
clave para entender el esfuerzo en una depredación objetivamente poco rentable.
Dicho con un ejemplo sencillo, consideramos que hemos pescado el pez de nuestra
vida porque se trata de un salmón pescado a mosca en un río remoto y es uno de
los escasos ejemplares de gran tamaño que ha entrado desde el mar. Algo que
según los biólogos requiere un esfuerzo técnico, físico y económico objetivamente
poco rentable, porque ejemplares idénticos en peso y tamaño pueden encontrarse
seis días a la semana sobre el hielo de la pescadería por una cantidad de
dinero y esfuerzo considerablemente menor.
Probad a comentar este ejemplo en
la orilla del río. Oiréis un unánime “Pero no es el mismo pez… ¡faltaría más!”.
Y sin embargo biológicamente es un ejemplar de la misma especie y del mismo
tamaño, el mismo pez en definitiva. Si es biológicamente el mismo pez ¿por qué
no lo es para un pescador?
Volvamos a la antropología. Los
primeros cazadores recolectores ya seleccionaban las presas de mayor tamaño.
Cuando un cazador de la edad de hielo buscaba dar caza al mamut más grande de
la manada estaba asumiendo un riesgo y un coste energético muy superior al de
cazar dos mamuts pequeños que sumaban el mismo peso en carne. ¿Para qué jugarse
el tipo entonces? La respuesta está en que ese gran mamut no es el mismo mamut.
Ese mamut es un trofeo.
Aun hoy, los niños y mujeres de
un grupo aborigen de las islas Meriam en Australia, cazan fácilmente tortugas
verdes cuando arriban a las playas para hacer la puesta. Capturar esas mismas
tortugas en mar abierto es muy arriesgado y está reservado a los hombres más
valientes del grupo que la consideran un preciado trofeo.
Los Masai africanos vinculan la
caza del león a un ritual de virilidad exclusivo de los adolescentes que desean
convertirse en hombres adultos.
La caza en ambos casos supone
arriesgar la vida con escasas probabilidades de éxito. ¿Cuál es el beneficio de
todo esto? El reconocimiento social. Marcar la diferencia con tus rivales y
conseguir aliados dentro de la comunidad. Y se trata de un beneficio
importante, se ha demostrado que los aborígenes australianos que capturan tortugas
más grandes consiguen la amistad de los miembros cualificados de la
comunidad y se casan antes que aquellos que cazan tortugas pequeñas. En
África una recia melena de león puede dar al guerrero Masai la oportunidad de formar parte del consejo del clan.
Los autores del artículo van más
allá y encuentran un comportamiento similar en otras especies. Los chimpancés
dedican un gran esfuerzo en tiempo y energía para cazar especies que no aportan
valor alimenticio. Algunas aves marinas como el arao colombino del Pacífico se
pavonean durante horas con el pescado que capturan y compiten por los mejores
posaderos para exhibirse.
La respuesta en ambos casos está de nuevo en el modelo social y el estatus que se obtiene dentro de la comunidad al cazar o pescar un trofeo.
Pero ni tribus humanas del
pasado, ni simios africanos, ni gaviotas perdidas en el océano, son comparables
a los humanos occidentales altamente cualificados de la generación tecnológica.
Usted y yo sin ir más lejos, que salimos de pesca cuando podemos, únicamente
para relajarnos en el silencio de las aguas, sin que el tamaño nos importe y que
tenemos facebook porque se empeñó un compañero de pesca. Usted y yo estamos por
encima de la antropología evolutiva y los modelos sociales ¿verdad?.
Los autores del artículo aseguran que hay tres evidencias comunes a pescadores de tortugas, Masais, chimpancés, araos, mi compañero de pesca y yo: Primero capturar animales con poco valor alimenticio (en la pesca sin muerte valor cero), segundo dedicar un esfuerzo aún más importante a exhibir el trofeo capturado (junto al fuego de la tribu, en un posadero o con una réflex última generación) y tercero que el esfuerzo que requiere la captura garantice que se trata de un trofeo (sumergirse en un peligroso océano, enfrentarse sólo con una lanza al león o clavar ese truchón con un bajo con varios ceros).
Dudo mucho que mi esposa me haya elegido por mis valiosos trofeos de pesca (y eso que se los enseño a menudo) más bien le provocan indiferencia o una sonrisa condescendiente como a la mayoría de mis amigos no pescadores que lo consideran mi punto friqui.
El esfuerzo de exhibir el trofeo ha de hacerse allí donde es valorado. Recuerdo a un compañero de pesca que llevaba en la guantera del coche un pequeño álbum de fotos con sus trofeos y lo sacaba una y otra vez en cada jornada de pesca, sobretodo si había pescadores cerca. Los tiempos cambian y los trofeos en papel quedaron relegados a las revistas, ahora es el tiempo de internet.
Las redes sociales proporcionan al cazador de trofeos una vasta audiencia para alardear de su éxito, un excelente posadero donde exhibirse.
El esfuerzo de exhibir el trofeo ha de hacerse allí donde es valorado. Recuerdo a un compañero de pesca que llevaba en la guantera del coche un pequeño álbum de fotos con sus trofeos y lo sacaba una y otra vez en cada jornada de pesca, sobretodo si había pescadores cerca. Los tiempos cambian y los trofeos en papel quedaron relegados a las revistas, ahora es el tiempo de internet.
Las redes sociales proporcionan al cazador de trofeos una vasta audiencia para alardear de su éxito, un excelente posadero donde exhibirse.
Internet agranda el grupo social de referencia y la audiencia se hace global. Podemos contar nuestras hazañas desde nuestro perfil y ampliar su resonancia en foros, post e imágenes que enfatizan el tamaño del trofeo. Es la prueba de virilidad que necesitamos para ascender dentro del clan. Redes sociales y marketing van de la mano y una buena posición social en el ciberespacio es el punto de partida para una buena venta.
Antes de aparecer las redes
sociales, cuando los currículums se enviaban por fax, un amigo pescador fue
convocado para una entrevista de trabajo. Se trataba de una gran empresa en el
extranjero y los candidatos llenaban el pasillo. Cuando llegó su turno, el entrevistador
echó un vistazo rápido al currículum y se detuvo en la última línea: “Aficiones:
Pesca a mosca”. El gesto frío del empresario se iluminó e invitó a mi amigo a
sentarse. Fue la entrevista más larga de la mañana con muchas preguntas,
anécdotas de pesca, lugares secretos, moscas y trofeos, muchos
trofeos contados e imaginados.
Al terminar, el empresario acompañó al candidato a la puerta con una sonrisa relajada sin haber realizado una sola pregunta sobre sus cualidades o experiencia. Con una mano sobre su hombro el empresario abrió la puerta y dijo: “Una última cosa… el puesto es suyo, por su puesto”.
Al terminar, el empresario acompañó al candidato a la puerta con una sonrisa relajada sin haber realizado una sola pregunta sobre sus cualidades o experiencia. Con una mano sobre su hombro el empresario abrió la puerta y dijo: “Una última cosa… el puesto es suyo, por su puesto”.
Mi amigo no tiene facebook, pero
sigue hablando de pesca con todo el mundo. Quien sabe donde podría haber llegado
con unas buenas fotos de peces y una legión de seguidores en su perfil.
Mmmmm... Arao colombino del Pacífico... Si, definitivamente, ese soy yo, jajajajajajaja ;-)
ResponderEliminarYa sabía yo que tenías pluma...jejejejeje
EliminarMe ha encantado, eres un Crack!!!!!!!!!
ResponderEliminarthanks for your kind share
ResponderEliminarfishing bait