lunes, 16 de abril de 2012

EL TESORO DE TILENUS

Fuerte viento del oeste arrastrando un frente de nieve y el Teleno cubierto de nubes heladas. La predicción ya lo anunciaba, un día para sufrir, pero desde hace una semana el estómago se me llena de mariposas sabiendo que tengo permiso para el coto.


El dios Tilenus domina el paisaje desde sus 2.188 metros. Recoge las nieves para dar de beber al Duerna que baja serpenteando por el valle abrigado por un tunel de alisos.
El Duerna es el rio de un paisaje y de un paisanaje, una simbiosis tan íntima que el tiempo ha borrado las fronteras entre unos y otros. Un rio antiguo, con mucha historia a la espalda, pero sobretodo es un rio de tesoros.




Ya no queda apenas oro en su cauce, los romanos se encargaron de vaciar su cuenca hasta la última pepita, pero aun conserva su verdadero tesoro: el agua. Un agua limpia, que corre libre de embalses y manejada con un sistema tradicional de presas temporales y canales de riego que aumentan la biodiversidad y funcionan como planta de alevinaje. Esto explica como un rio de pequeño caudal que soporta una gran presión de pesca puede mantener una población de truchas tan pujante.




El guarda me cuenta que ha nevado durante la noche y me mira incrédulo cuando le pregunto si ha visto salir mosca. Tres grados en el termómetro del coche y en el agua no llegan a seis.
Vagabundeo por la orilla buscando moscas o cebadas, aun quedan un par de horas para el mediodía y no hay señales, pero me puede el instinto y entro en el agua. Derivo la seca una y otra vez como un peón doblado sobre su zanja. Levantar, cargar, posar. Un poco más allá. Levantar, cargar, posar. Cada cien lances una truchita sube y toma la mosca, un pequeño milagro del dios Tilenus.




Parapetado bajo el gorro de lana sigo subiendo, soporto granizos y lluvia y como el viento enreda el bajo cada dos pasos. A pesar del día, Tilenus es generoso y levanta truchas aquí y allá. Seis horas contracorriente dejan un puñado abundante de truchitas palmeras trabajadas a pico y pala.




Los pueblos de la orilla están desiertos. Todo el mundo se ha quedado en casa refugiado tras los muros de piedra, esos que no dejan ni un resquicio para que se cuele el viento.




Atardece pero me cuesta salir del agua. Aun espero que el corzo de esta mañana baje a beber y que el mirlo acuático me muestre en que puente esconde la puesta. La nieve me alcanza mientras me cambio, un último vistazo al agua y rally de vuelta a casa sorteando domingueros en berlina.
  
Lejos de los grandes cauces de la competición y los titulares de las revistas, estos ríos han permanecido ignorados. Esa ha sido su gran suerte, porque cuando un río es mimado por los dioses, sólo necesita un poco de olvido para florecer de tesoros.

5 comentarios:

  1. Da gusto leer cosas así... cada frase, fina hilada de un entramado tejido con gran acierto. He recordado grandes detalles de ríos olvidados. Ha sido un bonito viaje en el que yo también sentí que era el buscador del tesoro Teleno. Gracias por compartirlo.
    Un saludo.

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  2. Que buen relato... como dice Gaizka da gusto leerte y si además conoces la zona te trae de vuelta los buenos recuerdos guardados de esa zona y de sus gente.

    Un saludo!

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  3. ¡¡Lo bordas !!..... Ya te imagino metiéndote al agua con mucha antelación incapaz de esperar la hora buena, jejejeeje. Además después de esta Semana Santa, ya llevas buen entrenamiento para el frío.

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  4. Indescriptible narración y fotos para enmarcar, enhorabuena!! Lo pesqué el pasado Mayo y aún tengo las imágenes en la retina y los recuerdos inolvidables.

    Saludos.

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  5. Como pesques igual que escribes, que Dios las pille confesadas...
    Literatura en estado puro...Enhorabuena por el blog.

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