jueves, 7 de mayo de 2015

ARRANCANDO A SECAS

La apertura al norte del Duero cumple apenas un mes y las semanas que durante la veda se hacían eternas ahora pasan volando.



Este año, el día de estreno en los ríos leoneses, un gesto de rebeldía se apoderó de mí. Poseído por una enajenación transitoria, retomé una costumbre que abandoné hace casi 20 años: Colocar una ninfa en el extremo del terminal. No iba sola, la acompañaba un insumergible tricóptero en pla que la vigilaba en superficie. 
Unas pocas echadas y ya tenía dos truchas en mano. Desperté del mal sueño, corté el nylon y recordé por qué dejé de pescar a ninfa hace tantos años, me aburre soberanamente.
 
En la crónica nocturna de wasap lo reconocía arrepentido ante mis amigos “me he pasado al lado oscuro” les dije, “pero sólo un ratito”. Mis amigos bromeaban sobre qué extraño espíritu me habría poseido.


La pesca a mosca es pesca de caballeros, la pesca a mosca seca es pesca de sibaritas. Así la siento y así lo vivo cuando acompaño un río desde la orilla. 
Pero como en el comer, los sabores intensos que me gustan en la cocina, requieren demasiada dedicación y demasiada paciencia. Quizá por ello la comida cocinada con ninfas se ha extendido por los ríos con la comodidad de cocina rápida.


  


Recuerdo hace muchos años, cuando la apertura era en marzo, que por San José siempre había unos días de sol con buenas eclosiones que sabían a fiesta. Luego llegaba abril, volvía el frío, la lluvia y tocaba sufrir. 
Abril es un mes duro para la seca,  deshielos abrumadores y viento norte que abofetea el bajo. En la mayoría de las  jornadas, las eclosiones ni están ni se las espera.
Dice el refranero que “para conocer un normal mes de abril hay que vivir años  mil”. Cuando intentamos que nuestra solitaria seca despierte alguna trucha, una ola de calor inesperada puede ser más letal que el frío polar.


Meses de invierno con montajes y videos como placebos, esperando ese día de apertura y  ahora el río y las truchas están ahí, a un lance de nuestros pies. ¿Para qué sufrir más? Pongamos un perdigón, o mejor aún una posta, y rasquemos el fondo como el gato que mete la mano en la ratonera con las uñas abiertas, esperando trabar algún ratón a ciegas. 



Mi inicio de temporada siempre es una cuestión de fe. Esa fe me dice que en algún rincón de algún río, hay peces esperando la eclosión y comiendo en superficie. Así que toca buscar, buscar y esperar.
Para ello la primera condición es borrar fronteras de nuestra mente. El mapa geográfico del mosquero se convierte en un puzle de precipitaciones, temperaturas, orografía, geología, latitudes y climas. Reviso la predicción meteorológica de los días previos, los cambios de presión atmosférica, los caudales de las estaciones de aforo y toda la información disponible de pescadores y amigos que crucen a menudo algún puente. 


Una segunda condición es estar dispuesto a echar muchas horas de coche para adentrarnos en “terra incógnita”, más allá de los ríos estrella de las revistas y las redes sociales.
Hay muchos ríos por descubrir. Ríos que no funcionan a golpe de pantano. Ríos que mantienen un ritmo estacional propio y que propician condiciones adecuadas para esa eclosión que esperamos. Conocer el sustrato geológico sobre el que discurren, el origen de su régimen de caudales (pluvial, pluvionival…) y los patrones de alimentación de las truchas es imprescindible.

 
El abril del 2015 en León ha sido duro. Los ríos que bajan de la cantábrica estaban intratables después de varios metros de nieve que aún quedaban en cabecera. 
Pero esta provincia es variada en climas y paisajes. Olvidemos el mapa de carreteras y busquemos un mapa provincial que refleje precipitaciones y temperaturas, así obtendremos una idea mucho más real del comportamiento de los ríos. Si además conocemos el mapa geológico provincial, podremos conocer dónde la lluvia barrará el cauce  y  dónde el nivel subirá pero conservando un agua clara con posibilidad de eclosiones.

 

En un radio de 150 kilómetros desde nuestra casa, existe esa eclosión y esas cebas que soñamos. A veces, hay ríos a tan sólo 30 kilómetros donde se está produciendo el milagro.
Hay que empezar desde abajo, desde lo profundo del agua. Caudal y temperatura marcan el ritmo. Las moscas que esperamos eclosionarán en algún momento. Con el invierno aún reciente y las truchas adelgazadas por el frío, la ventana de alimentación en superficie es pequeña y durará unos minutos.

Después de las copiosas nevadas de este invierno, históricas en decenios, curiosamente, los ríos donde suelo iniciar temporada a seca este año vienen del revés. En el entorno de un par de cuencas ha nevado muy poco, menos que un año normal, y la sequía de inicio de primavera, ha bajado los caudales a niveles del verano. Me toca elegir entre las riadas heladoras de deshielo o estos ríos menguados y fríos.
Elijo los segundos. Sus aguas cristalinas empozan las truchas bajo los taludes y las raíces de los árboles. Con sol no hay nada que hacer, a pesar de la eclosión, ninguna trucha se expone con un cauce bajo que las delata a pleno sol. Toca esperar las nubes mientras derivo bajo las sombras y bordes de chorreras. Araño algunas pequeñas en las mejores posturas, señal de que las grandes se han quedado comiendo abajo.


Tras la cena reviso mapas y marco la ruta de mañana para explorar los kilómetros de río que aun no conozco. La mañana está revuelta, airosa y húmeda. Al llegar al río, las aguas tomadas indican que no ha parado de llover en toda la noche. Excelentes noticias, lluvia significa madrugada sin helada y nivel más alto. El día sigue cubierto y la oscuridad invitará a mis amigas a colocarse  en postura de ceba. 


El sustrato de margas y arcillas densas de este valle, hambriento de lluvia, hace que el agua recupere la trasparencia muy pronto. El termómetro indica que la temperatura del agua es perfecta, si cesa el aire y ese frente oscuro cubre el cielo, tendremos nuestra oportunidad a seca.
El reloj no falla, primeros pardones a las 13h. Primeras truchas colocadas y revolcones sobre el agua. Lo mejor está por llegar. Sobre las 15h. aparecen las  rodanis. Era lo que ellas esperaban y yo también. Es una eclosión pequeña, pero sostenida hasta las 17h. La eclosión perfecta. 


El verde oliva aún estará en su cabeza hasta las 18h. Sorprende los lugares de ceba, orillas de suave corriente donde comen con calma, se nota que nadie las castiga hace tiempo. En los bancos de arena sólo hay pisadas de corzo, algún jabalí y los gateros del ganado. Gracias a las vacas, puedo acceder al cauce que corre entre una selva de palos y árboles retorcidos.


 

Las truchas están donde deben estar, sólo es cuestión de inventar un lance que esquive la maleza y deje suficiente línea en el agua para que la mosca pare un par de  segundos. Los segundos que necesitan para sacudirse la pereza invernal y comer la mosca.





Abril a seca desde el primer día es posible. Sé bien a lo que renuncio, este escenario al hilo sería un escándalo en número y tamaños. 
Hace veinte años rellenaba todos los tiempos muertos con ninfas, no podía esperar. Ahora que la madurez me invita a disfrutar cada momento, prefiero la calma.



Permanezco  de pie sobre los cantos sumergidos y  todo a mi alrededor se hace presente. El aire sobre los árboles, los pájaros atentos a la mosca, las revueltas del agua que sacan espumas del pozo. Sólo el presente tiene sentido, porque es real, porque es presencia.

Espero como un caballero con la caña en el pecho, a que las princesas decidan iniciar el almuerzo, ese pequeño bocado sobre el agua de una dama sibarita. De tanto mirarlas, de tanto esperarlas, me he vuelto sibarita yo también.


3 comentarios:

  1. Ser fieles a la pesca a seca es duro, pero coincido contigo en que peor es el aburrimiento de pescar bajo la superficie, sin contacto visual con la mosca y sin ver una picada en todo el día. Por muchas capturas que se pierdan. Será que yo también soy sibarita. Un saludo

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  2. Preciosa reflexión la que haces Álvaro, y sé a lo que te refieres en los de "rellenar los tiempos muertos con ninfas"... Un texto para aprender y recapacitar,

    Un saludo.

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  3. Preciosa entrada. Hace que pensemos mucho y que recapacitemos. Yo pesco grandes ratos a ninfa y se que tienes razón. Puede que en ocasiones me pueda la ansia. Lo tendré en cuenta. Un saludo.

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