lunes, 15 de abril de 2013

ECHANDO UN PITILLO

La apertura al norte del Duero empezó hace una semana con el agua a cuatro grados, los pies empapados y  nevando. He pasado la semana inquieto revisando caudales y previsión meteorológica, soñando con un río claro y un día en calma.
Buscando y rebuscando hemos subido a las cabeceras de montaña buscando ríos mas estables. Bajo las cumbres de nieve baja un río alto pero limpio. Sus truchas hambrientas seguro que están colocadas y ahora que el anticiclón se instala es momento de ver si el sol las espabila.
 
 
 
La fuerza del agua ha sido tremenda. Las torrenteras han castigado el valle arañando los márgenes y desnudando la roca. Fajos de ramas y troncos desgarrados se apilan sobre los troncos en pie que brotan con timidez. El río ha digerido sus víctimas vomitando los restos de un gran venado que yace varado en la orilla. Ya sólo  queda un esqueleto rebañado y desnudo como cuadernas de un naufragio.
 
 
 
 
 
Pasa el mediodía y el agua sigue dormida. Paseo, vigilo el cauce y espero.
Bien entrada la tarde el sol calienta el aire y algunos insectos despegan del agua. Son moscas pitillo, pequeños plecópteros de tonos acero que vuelan a contraluz mientras el aire templa y las vacas se echan para la rumia.
Este es un río primitivo. El  cauce corre a carcajadas sobre la roca y no deja huecos para el remanso. Las truchas aún están despertando, por eso buscarán tablas lentas donde sentarse a comer en la hora caliente del día.
 
 
 
 
Abro mi caja llena de verdes y pardos buscando un pitillo. En un dieciséis, con hueva en amarillo y un toque de pardo encendido sobre el indio acero para verla mejor. Allá va.
El  sol  entra en el agua y las veo darse la vuelta para coger la mosca. Parece que hemos tocado la tecla. Sólo comerán arriba un ratito así que echo el pitillo bien ajustado al carril de la postura.
Sigo  caminando ligero, escogiendo las mejores echadas de cada tramo como un gourmet selecto.
Van subiendo.
El trico de riñonada me devuelve a mis primeros años de seca y  me recuerda por qué va siempre en la caja.
 
 
 
 
 
 
La tarde sigue templada, sin nubes y en calma por lo que los pitillos han seguido saliendo aprovechando el primer calor del año. Apenas una hora más tarde desaparecen y el agua vuelve a su sueño frío. Es suficiente por hoy.
Sentado en la hierba veo los camachuelos troceando yemas, no apetece nada irse del río.
Pero hoy es un día especial, nos espera la generosa invitación de Alfonso a su pequeño lodge. En vez del largo camino de vuelta a casa, una ducha caliente y el silencio mágico de una pequeña aldea donde sólo viven tres ancianos.
 
 
 
 
Sentados junto al fuego llega la noche. Mientras comentamos los primeros lances del año nos adormilamos con una sonrisa dulce, casi primitiva.
Comienza la nueva temporada y con ella el  ciclo inevitable que retorna las truchas y a nosotros con ellas.

1 comentario:

  1. Te felicito por tan maginifico relato.

    Me ha llegado.

    Y creéme que no soy persona de alabanzas superficiales.

    Lo dicho te felicito por tu comienzo de temporada, por tu jornada de pesca y por tu precioso relato.

    Saludos

    ResponderEliminar