sábado, 30 de marzo de 2013

APERTURA

Parece que cada invierno es más largo, que la apertura tarda más en llegar, pero ya está aquí el primer día. Ese día marcado en el calendario que llega con mariposas inquietas, con nervios de revisar todo otra vez, hacer el petate y tomar carretera.
La lluvia no cesa, pero no nos importa, hemos llegado de los cuatro puntos cardinales atraídos por un rincón de río que se mantiene ajeno a las riadas. Viajamos con toda la ilusión, tragando kilómetros de lluvia. El áspero y polvoriento verano que castiga la meseta parece ahora un paisaje imposible.




La humedad lo inunda todo con musgos melenudos que cubren la roca con peluquín. Buscamos ríos limpios, ríos que se sujeten, que resistan la tentación de rebosar y abandonarse al agua.



Cuando dejamos la carretera principal encontramos pueblos viejos de piedra blanca, casas blasonadas y cristos enormes rodeados de cereal y viñedos.
Malcomemos con prisa el bocadillo y la lluvia nos empapa mientras nos cambiamos, pero estamos ansiosos. Los comentarios van de coche a coche como una rehala a punto de saltar del  remolque.
Carretera abajo llegamos a la orilla. El día me gusta, está  oscuro y templado, pero el río está escuálido, la avaricia administrativa ha dejado el cauce casi seco, es la forma de asegurar el derroche de riegos durante el verano. Al menos la lluvia rompe la superficie del agua y nos esconde.
Allí decidimos dividirnos, unos rebuscarán en el fondo paseando el estrímer por la pozas y otros esperaremos al mediodía por si las rodanis asoman y alguna trucha se coloca.




Nos deseamos suerte y avanzamos despacio con los ojos bien abiertos. Si la postura nos gusta bajamos el talud y entramos al agua. Hay apenas un palmo de agua, no hay pistas de las truchas, pero según nos han contado están ocultas bajo las solapas, fuera de la vista de los cormoranes y los domingueros senderistas.
Me siento sobre el colchón de fango mientras la lluvia dibuja centenares de círculos sobre el agua. Toca esperar.
La lluvia no cesa y se enreda en el viento. El río tiene un tono desolado, como agonizante por el estiaje, aunque estamos en pleno marzo. Se hace difícil pescarlo y lo piso con la cautela de un río de verano, casi seco, en medio del aguacero.


Nos cedemos el lance como caballeros y coincidimos en que la mejor postura baja por la tenue rasera de la derecha. Es una lámina delgada, pero su agua plateada puede esconder secretos. Un último intercambio de corteses "lanza tú" "no,por favor, lanza tú" y parece que me toca a mí.

En mi caja hay muchas olivas pero ahora ninguna me sirve. Menos mal que anoche robé un rato al sueño para montar unas rodanis en PLA, son las únicas que pueden aguantar la cortina de agua que bombardea el río.
El instinto me hace lanzar sin pensar que tal vez tenga una sola oportunidad. La liebre ártica deriva insumergible  bajo el chaparrón y una gran boca se la traga. Al clavar, los primeros cabezazos son tímidos, pero cuando la obligo a acercarse me ve y se arranca con furia, busca las raíces, así que la aprieto para detenerla. Menos mal que hice caso  al guía y el 016 aguanta la arrancada.



Rendida en las manos se marcha como una gran dama.
El sol brilla en nuestra cara, la primera trucha del año es una preciosidad.

Al día siguiente la administración cuadricula sus cálculos y sus cabezas y decide transformar el río desolado en un canal de desagüe. El cauce vacío recibe un tsunami de agua barrada para hacer sitio al deshielo que entra en el pantano. Se acabó la pesca, volvemos al invierno, los montajes y los videos de pesca en el salón.

Toca esperar la  nueva apertura, esta vez en casa, al norte del Duero.
La fecha está marcada en el calendario y ya siento otra vez esas mariposas.

2 comentarios:

  1. Qué bonita es siempre la historia de la apertura y de la primera trucha de la temporada. La mía aun tendrá que esperar :(
    Saludos!!

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  2. Que bonita jornada y que bien has sabido aprovechar esa rendija que nos dejo el tiempo. Me alegro que esas pintonas sigan ahí esperándonos,

    un saludo!

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