jueves, 22 de mayo de 2014

CURSO DE PESCA A MOSCA


Que la educación es lo único que puede cambiar el mundo parece cierto, que lo hace demasiado despacio y necesita ir acompañada de una revolución, es seguro.
Tras la revolución de la normativa de pesca en Castilla y León, 2014 era el momento de plantear un curso de pesca a mosca.

Con el empuje de Alfonso Soria, Aems-Rios con Vida escogió un lugar escondido, allí donde la mosca no se contempla como una alternativa, aunque a sus ríos les sobra carácter, bravura y paisanajes únicos, la Cabrera Leonesa.

Éste sigue siendo territorio de montes oscuros, de rocas a flor de piel y aguas recias hiriendo el paisaje.
¿Seguirá siendo la tierra que caminó Ramón Carnicer aquel verano de 1962?... o como dicen por aquí, desde que a los jóvenes “les pegó la enfermedad de marchar” el paisanaje ausente ha transformado el paisaje.


La tarde anterior al curso visité el río y probé la indiferencia de las truchas. Apoyado en el maletero, casi en cueros y con el vadeador en la mano, el pastor me lanzaba su aliento de lana y sus ojos claros extraviados hacia el infinito. 

-“Ahora, han puesto la ley al revés, y ya no podemos pescar… ¿qué le parece?” me interrogaba.

-“¿Cómo qué no, hombre?, se puede pescar igual, pero de otra manera. ¿Ha visto?, yo pesco a mosca.”

-“¿A qué dice usted?, bobadas, aquí antes se pescaba a mano y ahora no dejan. Se acabó pescar”

Tal  vez el pastor tenga un lapsus de treinta años, pero es cierto que algunas mentiras se enquistan como verdades supremas a fuerza de repetirlas.





La experiencia del Campe nos ha servido de inspiración. Este socio de Aems ha conseguido en pocos años transformar un pequeño río de Teruel envejecido y azotado por obras y furtivos, en un paraíso de pesca sostenible, vigilado y lleno de truchas de talla patagónica con un éxito reproductor envidiable. ¿La clave? Educar. Enseñar transmitiendo una pasión: La pesca a mosca. 

La buena gestión de la Junta Vecinal de Valdavido ha rescatado su escuela de la ruina convirtiéndola en un espacio multicultural para conferencias, cursos y encuentros. Un espacio de educación y de futuro en medio del escombro de un Caserío momificado y en ruinas, donde la Iglesia y la Escuela dan fe que tiempos pasados fueron si no mejores, al menos mucho más bulliciosos. 
 
 

El sábado 10 de mayo, un puñado de valientes se acercaron con curiosidad al salón. Alfonso, Javier y yo les esperamos con la misma curiosidad. Pescadores locales, foráneos, guardas, hosteleros, paseantes y hasta un guía de pesca completaron el grupo de alumnos.


La  mañana del sábado se impartieron charlas sobre ecología fluvial, biología de la trucha, importancia de las poblaciones autóctonas, problemática de las repoblaciones y furtivismo. Esa misma tarde se dieron unas clases prácticas de lanzado en el rio Eria.



La comida compartida en el bar de Truchas era un bullidero de nuevos proyectos, nuevas charlas y un sinfín de anécdotas de truchas y gentes que hicieron pasar el tiempo veloz y lleno de risas.



La experiencia de Campe habla de furtivos reconvertidos en mosqueros que ahora cuidan el rio y lo vigilan. No aspiramos a tanto, pero más de uno apuró el río casi hasta la noche, probando sin descanso eso del “swimg” que empezaba a mover el bucle.

Tal vez baste con hacer vibrar esa pasión un instante, esa pequeña pequeña chispa que enciende la revolución interior, cambiando costumbres y despertando otra forma de entender el río.