martes, 21 de agosto de 2012

VIAJANDO CON CAÑA

Los viajes de pesca suelen ser el escenario perfecto para conseguir bolos estrepitosos. Aunque no queramos reconocerlo, nuestro viaje soñado es un bombo donde se juega a la lotería. Acertar con el lugar, la técnica de pesca, la climatología y el momento del año es cuestión de suerte a pesar de lo mucho que llevemos leído y de lo mucho que paguemos por acercarnos al paraíso.


Hace años que ya no hablo de viajes de pesca sino de viajes con caña. El matiz es importante, porque en un viaje con caña se visita un lugar, se conoce a sus gentes, sus paisajes, su fauna, su comida, su clima y además se acude a los ríos acompañado de caña para conocer a lo peces.
Mi currículum viajero es muy modesto, ya que apenas he viajado, pero en todos los viajes he traido la maleta tan cargada de sensaciones, que reconozco que no me importaría repetir casi todos esos viajes sin caña en el equipaje.



Además de sensato y prudente, mi amigo Didac es un tipo con un gusto excelente. Así que si él lo recomendaba, Croacia debía ser un número de lotería ganador, acompañado de una buena pedrea.
Nuestra estancia fue de apenas una semana, pero además de una pesca magnífica, descubrimos un país de gentes acogedoras y sonrisa permanente, que disfruta de la pesca como un aliciente más de la vida, esa que incluye paisajes limpios, ríos generosos y buenos amigos con los que compartir charla y almuerzo.


Con la  música de Bruce Springsteen sonando en el coche a todas horas, Turtko y Darko, nuestros guías croatas, nos mostraron los mejores rincones de pesca y compartieron su visión de la pesca, de los ríos y de la vida entre risas y peces.


 
Si os gusta la música del Boss tanto como a mí, estaréis de acuerdo en que es perfecta para acompañar una jornada de pesca en Croacia o en cualquier otro rincón del  mundo.



miércoles, 8 de agosto de 2012

LA BUENA VIDA

Un Peugeot tipo ranchera no es el mejor coche para serpentear ladera abajo, pero Turtko baja con la sonrisa puesta bromeando en cada curva.
Rebusco en la guantera y entre discos locales de nombre impronunciable aparece Bruce Springsteen, de recopilatorio y con su guitarra a la espalda.


"Oh, this, this" señala Turtko.
Con Brilliant disguise cantado a trío, atravesamos bosques interminables por una carretera estrecha. La vegetación es tan densa que parece que recorriéramos las entrañas de un animal inmenso y verde.
Estamos ansiosos por llegar al agua y mi mente repasa una y otra vez la lista de material con los nervios de no haber olvidado nada en España.


Nada más entrar en el pueblo giramos a la derecha y Turtko nos pide los pasaportes. Hemos de cruzar la frontera si queremos pescar la otra orilla del río. Esto de pescar un río entre dos países suena tan artificial como surrealista. Con un simple golpe de aleta los peces que vemos desde el puente  pueden moverse de Eslovenia a Croacia, pero el gran hucho del pozo lo sabe y hoy ha decidido almorzar tímalos croatas.


Eslovenia es un destino clásico, con una pesca excelente para los mosqueros. Una pequeña Nueva Zelanda de ríos azules y aguas cristalinas que atrae pescadores de todas partes.
Posar las moscas y tentar sus aguas supone aflojar la cartera si se quiere acceder a sus abundantes peces, variados y mestizos en un batiburrillo de especies europeas y americanas.

Sus hermanos pobres son los ríos croatas. Les falta el glamour y la fama de sus vecinos del norte, por eso nos gustaba tanto la idea de pescar en Croacia. Pescar aquí sería como pescar ríos eslovenos de "marca blanca", baratos, con poca demanda y poblados sólo con peces naturales a centenares.


Entre ambas orillas circula el Kupa, un río poderoso que encontramos dormido por el estiaje. Entrar en sus tablas es vadear en un spa de cristalinas aguas azules llenas de vida. Tímalos y truchas aparecen colocados en sus posturas como nudistas despreocupados de que todo el mundo les vea.


En un equipaje repleto de aparejos y moscas nunca debe faltar la herramienta más importante para pescar aguas extrañas: la humildad. Aparcar por unos días la soberbia de aldea y esas lecciones sobre truchas que saben latín y que sólo engaño yo, para practicar el saludable "donde fueres haz lo que vieres".
Así que escuchamos atentos y Turtko nos enseña donde están los peces. Luego desenfunda aparejos y maneras y nos muestra sus moscas, lo tímalos que clava en cada lance certifican que no miente.


El entorno apabulla por su frondosidad y el agua por su pureza. Pisar el río es como pisar nieve virgen, parece que nadie lo haya atravesado nunca.



Darko ha llegado con el almuerzo pero no se resiste a sumarse a la pesca. Tras un buen puñado de tímalos y truchas nos sentamos a comer. Sobre la plataforma de cemento de los pilares del puente hay fiambre, queso, chocolate y pan. Las cervezas en el agua y las cañas en la orilla.



Nadie rompe el silencio, porque con un simple gesto todos entendemos la vianda que se ofrece o la navaja que se pide, para rebanar este pan de corteza extraña que cede como la goma.

Con los pies colgando sobre el agua, Turtko apura su cerveza y un cigarrillo lentamente. En un giro de espalda toma la caña y descuelga la ninfa sobre el galgón que araña el pilar del puente. Golpe de muñeca y un gran tímalo arranca del fondo con ímpetu. Turtko sonríe, se echa el cigarrillo a la boca y pelea el pez sobre el chorro sin levantarse.


Tomo mi sacadera y consigo frenar el pez que se resiste a entrar. Cuando le muestro el trofeo, me mira satisfecho. Con el pez en la mano, apurando un cigarrillo junto a una cerveza fría, Turtko sonríe rodeado de amigos.


El  viento que agita los árboles eslovenos cruza la frontera y agita los árboles croatas, nadie puede detenerlo. Sobre el agua una gran aleta dorsal brilla atravesada por el sol. El tímalo vuelve a su chorro y nosotros al almuerzo.





Cruzando las manos tras apurar una calada Turtko mira el agua y murmura:
"Yes". "This is a good life. A good life"

Creo que nos llevaremos bien con estos tipos.
Realmente esta es una buena vida.